Pocholo era un hombre común. Padre y esposo responsable y trabajador intachable hasta que la ingratitud de los suyos le demostró que de nada servía ser decente. Cansado de ser un perdedor, Pocholo tomó la decisión más arriesgada de su vida. A sus 42 años lo dejó todo para buscar el sueño de toda su vida, estudiar medicina. Pocholo comenzó entonces a encontrar toda suerte de obstáculos. En primer lugar la oposición de toda su familia y de su jefe, en segundo lugar, el descubrir que sus registros académicos habían desaparecido. Terco y obstinado, Pocholo decidió no permitir una derrota más y sin pensarlo dos veces optó por terminar su bachillerato. Para el efecto, se presentó en el colegio en donde estudiaba su hija menor. Pocholo, orgulloso de su victoria apareció, el primer día de clases, sólo para descubrir que los problemas apenas comenzaban. El rechazo de los alumnos, y por supuesto de las directivas del colegio, se hizo patente desde el primer momento. Así, descubrió la crueldad, la injusticia y la violencia que dominaban un colegio que se preciaba de ser uno de los más prestigiosos de la ciudad. Haciendo gala de una voluntad a prueba de todo, Pocholo logró superar todos los escollos para finalmente convertirse en un símbolo de su tenacidad. Su ejemplo sirvió para enderezar y corregir situaciones de las que eran víctimas los más débiles y al finalizar sus estudios, convertido en héroe, se ganó la admiración hasta de sus propios enemigos. Pero la mayor sorpresa para Pocholo es volver a encontrar a Francisca, su primer amor frustrado, mujer de extraordinaria belleza, reducida a una silla de ruedas como consecuencia de un accidente automovilístico, quien se convertirá en su inspiración y finalmente en el amor de su vida.